Hermila Galindo, pionera feminista y primera candidata a diputada federal
Luchadora social, gran oradora, revolucionaria, maestra y periodista, la defensa de los derechos de las mujeres marcó su vida personal y su trayectoria política
ALBERTO LÓPEZ, ELPAIS, 02/06/2018
Hermila Galindo estaba predestinada a estudiar Química en Estados Unidos y para ello se mostraba aplicada en los estudios y obediente a los planes de su padre. Sin embargo, la muerte de éste truncó ese proyecto de vida y se vio obligada a empezar a trabajar para salir adelante. La política se topó con ella por casualidad, pero se quedó para siempre convirtiéndose en pionera en la reclamación, siempre activa y por todos los medios, de igualdad para las mujeres en todos los ámbitos de la vida. En 1917 propuso al Congreso Constituyente el reconocimiento de los derechos políticos electorales de las mujeres en México.
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Hermila Galindo Acosta, más conocida como Hermila Galindo de Topete, nació el 2 de junio de 1886, en Villa Juárez, en el municipio de Lerdo, Durango. Su madre, Hermila, murió a los tres días traerla al mundo, por lo que fue criada por su tía, Ángela Galindo, y por su padre, Rosario Galindo. Mientras asistía a escuelas tanto a nivel local como en Chihuahua y Torreón, dominaba no solo la mecanografía y la taquigrafía, sino que también estudiaba inglés.
La participación en política de Hermila Galindo comenzó por casualidad cuando todavía era estudiante pero recorrió el camino político de muchos revolucionarios: fue reyista, maderista y constitucionalista. En 1909, un abogado, Francisco Martínez Ortiz, realizó un discurso a favor de Benito Juárez y contra Porfirio Díaz que Hermila transcribió al saber mecanografía. Cuando el alcalde de Torreón se enteró del discurso exigió que se entregaran todas las copias para evitar su publicación, pero ella conservó la suya.
En una celebración local en honor de Benito Juárez ese mismo año, el hijo de éste supo que todavía había una copia del discurso de Francisco Martínez y pudo realizar copias suficientes para distribuirlas y contribuir a aumentar la atmósfera política cada vez más hostil hacia la dictadura de Porfirio Díaz.
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Con de 15 años, Hermila Galindo se mudó a Ciudad de México, donde se unió al Club Liberal Abraham González para canalizar su sensibilidad hacia los problemas políticos y sociales en uno de los numerosos grupos de discusión en medio de la convulsión política.
En 1914 México era una nación sumida en el caos por la guerra civil. Ese año, después de la renuncia del presidente Huerta, Venustiano Carranza llegó a Ciudad de México para celebrar el triunfo de su causa constitucionalista. En representación del Club Liberal Abraham González, Hermila Galindo pronunció un discurso en su honor en un acto en el que lo comparó con el alabado Benito Juárez. Impresionado por su oratoria, Carranza le pidió que se convirtiera en su secretaria privada y ella aceptó.
El resultado fue que viajó por todo México durante los siguientes años organizando clubes revolucionarios en pueblos y aldeas para difundir el mensaje de la ideología constitucionalista de Carranza, que hacía hincapié en defender la soberanía nacional y a la vez llevar a cabo una reforma social.
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Aunque gran parte de la energía de Hermila Galindo se destinó a la propaganda de las fuerzas constitucionalistas, nunca descuidó la vertiente feminista, ya que creía que debía constituir un aspecto importante de la revolución mexicana, tal y como señaló al resumir las discriminaciones legales contra las mujeres que se encontraban en el Código Civil de 1884: al menos sobre el papel, esta ley concedía a las mujeres solteras adultas prácticamente los mismos derechos que a los hombres. Sin embargo, las mujeres casadas, perdían estos derechos y se definían como ‘imbecilitas sexus’ (“un imbécil por razón de su sexo”).
Convencida de las graves desigualdades de las leyes denunció que una esposa “no tiene ningún derecho en su hogar. Está excluida de participar en cualquier asunto público y carece de personalidad jurídica para realizar cualquier contrato. No puede deshacerse de sus pertenencias personales, ni siquiera administrarlas, y está legalmente descalificada para defenderse contra la mala administración de su patrimonio por parte de su esposo, incluso cuando utiliza su fondo para fines que son más innobles y ofensivos para ella. No tiene autoridad sobre sus hijos y no tiene derecho a intervenir en su educación... Debe, como viuda, consultar a las personas designadas por su esposo antes de su muerte, de lo contrario puede perder sus derechos sobre ellos”.
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En septiembre de 1915 Hermila Galindo fundó, junto a otras feministas, la revista ‘La mujer moderna’. Se publicó durante cuatro años, con la misma breve duración que la primera revista feminista importante de México, ‘La mujer Mexicana’, editada entre 1904 y 1908. Durante esos años Galindo viajó a La Habana y Colombia para explicar por qué la agenda de nacionalismo y reforma social de Carranza eran importantes no solo para México, sino también para América Latina.
De vuelta en México, Hermila Galindo concentró cada vez más sus esfuerzos en promover una agenda feminista en un ambiente político que estaba totalmente dominado por los hombres. Siempre negándose a reconocer su derrota, su franqueza y determinación indignaron a la mayoría de los hombres mexicanos y también a la mayoría de las mujeres conservadoras del país, pero su inteligencia y coraje también impresionaron a una minoría de líderes revolucionarios.
Entre los individuos políticamente poderosos con los que pudo contar como apoyo se encontraban dos líderes revolucionarios en el estado de Yucatán, Salvador Alvarado y Felipe Carillo Puerto. Precisamente fue allí, en Yucatán, donde la revolución mexicana reveló algunas de sus tendencias más radicales, en gran medida debido a las desigualdades económicas locales.
Hermila Galindo no asistió al primer congreso feminista de México, celebrado en la ciudad de Mérida, Yucatán, a mediados de enero de 1916 (seis años después del primer congreso feminista en América Latina, celebrado en Buenos Aires). El documento que envió para ser leído en la asamblea, titulado ‘La mujer en el futuro’, resultó ser una bomba al declarar que la Iglesia era un gran obstáculo para el logro de los objetivos feministas en México. En otras partes del documento pedía el sufragio de las mujeres, la legalización del divorcio y el fin de la cultura del machismo.
A pesar de la división de opinión que sus ideas recibieron en el congreso feminista de Mérida, Galindo nunca se desanimó y continuó trabajando para la administración Carranza, logrando que éste que promulgara una nueva Ley de Relaciones Familiares en 1917.
Sus argumentos para la igualdad educativa de las mujeres, que presentó en forma impresa y en discursos, enfatizaban que las mujeres eran en parte culpables de su propia falta de progreso social. En diciembre de 1916, Hermila Galindo, de 20 años, era la presencia femenina más visible en el Congreso Constitucional celebrado en Querétaro para elaborar un documento político fundamental para el nuevo estado mexicano. Aunque tan elocuente como siempre, tanto a Galindo como al puñado de mujeres presentes en las distintas reuniones, o bien se rieron de ellas o, directamente, las ignoraron. Solo el jefe de la oficina de asuntos educativos del gobierno, Félix Palavicini, hizo un esfuerzo para discutir seriamente el caso del sufragio femenino.
Nuevamente negándose a desanimarse, Hermila Galindo se presentó en 1917 como candidata a diputada del quinto distrito electoral de Ciudad de México. Aunque declaró durante la campaña que no tenía esperanzas de ser elegida y que simplemente deseaba presentar la causa del sufragio de las mujeres ante la nación, de manera sorpresiva resultó elegida aunque la Cámara de Diputados de México le negó el resultado debido a su género.
En esos años Hermila Galindo no solo fue una agitadora, propagandista y defensora de los derechos de las mujeres, sino que también se había convertido en una periodista y editora altamente productiva. Además de su trabajo para la revista ‘La Mujer Moderna’, escribió cinco libros sobre diversos temas relacionados con la revolución mexicana, así como una biografía de Venustiano Carranza, pero para entonces, muchos mexicanos ya se habían desilusionado con un régimen que había prometido reformas sociales importantes pero que no había entregado prácticamente nada a los millones de trabajadores pobres y desposeídos y campesinos sin tierra.
La sangrienta desaparición del régimen de Carranza marcó el final de la primera fase del feminismo mexicano, así como la repentina finalización de la carrera pública de Hermila Galindo. Si bien continuó escribiendo y publicando textos en los que reclamaba la igualdad de derechos y oportunidades para las mujeres, Galindo se retiró a la edad de 24 años para tener una vida privada más tranquila. En 1923 se casó con Manuel de Topete y la familia tuvo dos hijas. Durante varios años, vivieron en los Estados Unidos, pero regresaron a México.
Finalmente, en 1952, Hermila Galindo se convirtió en la primera mujer congresista federal de México y en 1953 vio realizado su sueño cuando el Congreso y el gobierno de Adolfo Ruiz Cortines aprobaron la reforma al artículo 34 de la Constitución con el siguiente texto: “Son ciudadanos de la República los varones y mujeres que, teniendo la calidad de mexicanos reúnan además los siguientes requisitos: haber cumplido 18 años de edad, siendo casados, o 21 si no lo son y tener un modo honesto de vivir”.
La modificación del artículo fue dada a conocer 17 de octubre de 1953 y este logro del voto de las mujeres fue el resultado de la tarea realizada no sólo por Hermila Galindo, sino también por otras mujeres luchadora como Elvia Carrillo Puerto, Adelina Zendejas, Adela Formoso de Obregón Santacilia, María Lavalle Urbina y Amalia Castillo Ledón, entre otras.
Hermila Galindo de Topete murió en Ciudad de México el 19 de agosto de 1954. A pesar de su jubilación anticipada de la vida pública y de la consecuente pérdida de una de las personalidades más talentosas y persuasivas de la causa del feminismo mexicano, la lucha por los derechos de las mujeres se ralentizó, pero nunca completamente. Las mujeres de México tuvieron que esperar hasta 1958 antes de que recibieran la plena igualdad política.
En el recuerdo siempre quedará la labor incansable de Hermila Galindo, no solo pionera en la consecución de los derechos políticos, laborales, sociales y educativos de las mujeres en México y en América Latina, sino también considerada la primera diplomática en el país.
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